Cuando hayas muerto,
ya nada necesitará tu nombre.
Tan solo el recuerdo que vaga por el infinito de la memoria, de aquellos que tanto te quisieron.
Somos silencio y sombra,
y en esas voces viviremos hasta que ya nadie ni nada nos conozca,
ni les conozca a ellos.
Persistiremos pues en los libros que escribimos y en las historias que vivimos, en los atardeceres rojos,
en las personas que amamos
y que nos sucedieron
para vivir o morir eternamente,
como mueren o viven los genios.